"For other foundation can no man lay than that is laid, which is Jesus Christ." (1 Cor. 3:11)

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"If any man will come after me, let him deny himself, and take up his cross daily, and follow me." (Luke 9:23)

La RedenciĆ³n

2. Cristo y las escrituras

Escrito por Leland M. Haines
Goshen, IN, USA
Versión española de Richard del Cristo

Copyright 2003 by Leland M. Haines, Goshen, IN 46526
All rights reserved
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Introducción:

Jesucristo no hizo ninguna declaración formal en cuanto a Su punto de vista de las Escrituras, pero hizo breves comentarios dándonos a entender que Él tenía un alto concepto de ellas. Siendo que la revelación de Dios no incluye declaraciones formales en las Escrituras, tenemos que hallar el punto de vista de Jesús en Sus declaraciones verbales relatadas en los evangelios y por otros escritores del Nuevo Testamento. Ahora quisieramos notar qué nos enseña el Nuevo Testamento sobre las Escrituras. El Nuevo Testamento debe darnos-y sida, nos una idea en cuanto a su valor. Nuestro concepto y uso de las Escrituras debe ser formado a base de estas ideas.

El Criterio de Cristo Examinado

Una de las preguntas más importantes que uno se debe hacer es: ¿Cuál era el concepto de Cristo en cuanto a las Escrituras? La respuesta a esta pregunta la hallamos en varios versículos del Nuevo Testamento.

Una indicación del criterio de Cristo en cuanto a las Escrituras la hallamos en Su respuesta a la acusación de los judíos de que Él había blasfemado al hacerse igual a Dios. En Su respuesta, Él apeló a las Escrituras y añadió la declaración: “... la Escritura no puede ser quebrantada” (Jn. 10:35). Cristo creía que la Escritura es autoritativa. Él no tenía duda en cuanto a quebrantar o echar a un lado la Escritura, porque es la verdad que Dios nos ha revelado.
Un testimonio de cómo Cristo veía la autoridad de las Escrituras, lo hallamos en el relato de su tentación en el desierto, lo cual aconteció después de un ayuno de carenta días y cuarenta noches. El tentador le dijo a Cristo: “... Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.” A lo que Jesús contestó: “... No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios” (Mt. 4:3, 4; Dt. 8:3). Cada vez que él tentaba a Jesús, las palabras del maligno eran inefectivas, siendo que Dios había revelado Su verdad a través de las Escrituras. Jesús introdujo cada una de Sus respuestas con un: “Escrito está ...” (Mt. 4:7,10). Esta declaración es frecuentemente usada en la Biblia para referirse a la Palabra de Dios. Jesús también dijo que debemos vivir por “toda palabra”, y no sólo por una parte de las Escrituras, sino por todas sus palabras y enseñanzas.

Jesús hizo otra declaración de que “escrito está”. Cuando Él purificó el templo, dijo: “Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Mt. 21:13). En el huerto de Getsemaní, Jesús le dijo a Sus discípulos que ellos serían dispersados, porque, “escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas” (26:31; Zac. 13:7). Jesús usó las palabras autoritativas “escrito está” para mostrar que la Palabra de Dios justificaba Sus acciones. Esta fórmula autoritativa nos muestra que Él creía que el Antiguo Testamento era la verdad absoluta.

Jesús, también usó las declaraciones: “Oísteis que fue dicho” (Mt. 5:21,27,31,33,38,43). Estas declaraciones hacían referencia a la revelación dada por Moisés a los Israelitas. Ya los discípulos habían escuchado la exposición de la ley varias veces, pero Cristo iba a darle al hombre un Nuevo Convenio. A partir de entonces, Sus discípulos tendrían que vivir por Su “pero yo os digo”. Cuando los saduceos Le preguntaron sobre el matrimonio, Jesús les replicó: “¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios?” (Mr. 12:24 [Mr. 12:24-27]). Él, entonces les preguntó: “... ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?” (v. 26; Ex. 3). Luego Él le dijo a los saduceos que Dios es el Dios de los vivos, que hubo una resurreción (v. 27). Ellos “erraron grandemente”, porque no fueron a las Escrituras en busca de respuesta, sino que discutían entre sí. Jesús confirmó que las Escrituras contienen la palabra de Dios, y Su Palabra es clara y fácil de entender. Esos líderes erraron, al igual que todos aquellos que yerran, porque ellos “ignora[ro]n las Escrituras”.

En cuanto al rico que destruyó sus graneros para construír otros más grandes, “… Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma” (Lc. 12:20). Esta podría ser una paráfrasis de Jeremías 17:11, o algún ejemplo que Jesús mencionó de la historia. Esto nos indica que Jesús creía que Dios se comunicaba con el hombre y que tal comunicación es entendible. Si el hombre puede entender la Palabra hablada, él debe poder entender la Palabra escrita.

En una de Sus oraciones, Jesús dijo que Sus discípulos no son del mundo, y que, por lo tanto, viven en un nivel mucho más alto. Él le pidió a Dios el Padre: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn. 17:17). Ellos debían vivir por la verdad, y esta verdad es conocida porque “tu palabra es verdad”. Ya Jesús había dicho que “… Dios es veraz” (3:33; 7:28; 8:26) y habló del “… Espíritu de verdad” (14:17; 16:13). Él dio testimonio de Sí mismo: “El que viene de arriba, es sobre todos; … Y lo que vio y oyó, esto testifica; … Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida” (3:31-34). Jesucristo le habló a Sus discípulos, las “palabras de Dios”, y ellos, luego, escribieron esas palabras.

Jesús creía que Dios hablaba a través de Sus profetas, tales como Moisés y Jeremías, para darle Sus mandamientos a los hombres. Esto lo vemos en Su respuesta a la pregunta de los escribas y fariseos sobre el quebrantamiento de las tradiciones de los ancianos. Jesús les preguntó: “… ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente” (Mt. 15:1 7; Ex. 20:12; Jer. 35:18,19).

Jesús continuó revelándoles Su criterio de las Escrituras en la parábola de Lázaro y el rico. El rico le pidió a Abraham que le advirtiera a sus hermanos para que ellos no tuvieran que ir al infierno, el lugar de tormento. Cristo continúa el relato diciendo: “Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él [el rico] entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de entre los muertos” (Lc. 16:29-31;  vv. 19 28). Mediante este incidente, Jesús apoyó el criterio de Abraham de que las Escrituras bastan para redimir al hombre, y que si los hombres no quieren creer en ellas, no serán persuadidos. Jesús vió a las Escrituras como el medio más eficaz para revelar el Camino.   

En otra ocasión, Jesús expresó este punto de vista diciéndoles a los Judíos: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí. … Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mi, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras? (Jn. 5:39,46,47). Las Escrituras del Antiguo Testamento dan testimonio de Cristo y tienen el mismo valor que Sus propias Palabras -deben ser creídas. Jesús afirmó que las Escrituras son autoritativas y dignas de confianza, para que las creencias de los hombres sobre Él mismo y Su misión redentora puedan ser directamente atadas a ellos.

Jesús y el Registro Histórico de las Escrituras

Jesús hizo varias referencias a los registros históricos hallados en las Escrituras. Varios de ellos nos han sido dados más abajo para ayudarnos a entender Su concepto de las Escrituras.

Jesús le dijo al leproso que había limpiado que se mostrara “… al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés” (Mt. 8:4), dando a entender que Él aceptaba los mandamientos de Moisés.

Al referirse a la fe del centurión, Jesús dijo: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos” (Mt. 8:11), dando a entender que él aceptaba los hechos históricos de los patriarcas. Siendo que muchos no se arrepentían, ni siquiera al ver los muchos milagros de Jesús, Jesús les dijo: “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido” (Mt. 11:21). Varios profetas del Antiguo Testamento han hablado en contra de Tiro y de Sidón (Is. 23:1 18; Jer. 25:22; 27:1 11; Ez. 26:1 28:19; Jl. 3:4 8; Am. 1:9 10), porque estas ciudades explotaban a sus vecinos y eran centros de idolatría, causando así el juicio de Dios sobre ellas. Cuando el Mesías vino a estas ciudades, ellas siguieron el ejemplo de sus padres y no se arrepintieron. Y al referirse a estas profesías del Antiguo Testamento, Jesús dio a entender que Él aceptaba la versión de la evaluación de los profetas en cuanto a estas ciudades.

Cuando los fariseos interrogaron a Jesús y a Sus discípulos sobre arrancar y comer espigas en el día de reposo, Jesús les dijo: “… ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, … ¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa?” (Mt. 12:3,5). La apelación de Jesús a la ley nos da a entender que Él aceptó su informe sobre la vida de David y la de los sacerdotes, y que Su acción y la de Sus discípulos de recoger y comer espigas en el día de reposo era propio.

Cuando los fariseos pidieron señal, Jesús les dijo: “Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás” (Mt. 12:40; Jon. 1:2,17; 3:5). Luego, cuando los fariseos y saduceos volvieron a pedir señal, Jesús les dijo a esa generación perversa que “señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás” (Mt. 16:4). Ambas de estas respuestas son comentarios de Jesús y no de Mateo. Jesús sabía la historia de Jonás y de cuando fue a Nínive, e hizo referencia directa de Jonás 1:17. El uso que Jesús le dio a esta historia muestra que Él aceptó los acontecimientos que rodearon el ministerio de Jonás como hechos históricos; y así como Dios milagrosamente preservó a Jonás, también milagrosamente resucitaría a Su Hijo. Los comentarios que Jesús hizo dan a entender que Él sabía que el relato de Jonás es verídico, y Jesús estaba dispuesto a unir Su propio ministerio al de él.

Cuando a Jesús le preguntaron sobre el matrimonio, Él se refirió al relato de Génesis: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?” Jesús aceptó el relato de la creación como literalmente verídico. Él, entonces, dijo: “… por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mt. 19:4 6; Gn. 1:26-28; 2:23,24). Jesús creía que Dios había instituido el matrimonio en la creación del hombre, y que el libro de Génesis prueba que el plan de Dios es que los lazos matrimoniales sean permanentes y que ningún hombre se atreva a romperlos. Los fariseos Le preguntaron que por qué Moisés había permitido la “carta de divorcio”. Jesús les dijo que fue por “… la dureza de vuestro corazón [que] Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así” (Mt. 19:7, 8; Dt. 24:1 4). Jesús creía en el  relato de Moisés, y en que la revelación tuvo un principio. Esto también muestra que Jesús aceptaba a Moisés como el autor de Deuteronomio.

En la respuesta de Jesús a los saduceos sobre la pregunta de la resurreción, Él les preguntó: “… ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?” (Mt. 22:31, 32; Mr. 12:26; Lc. 20:37; Ex. 3:6,16). Cuando los saduceos interrogaron a Jesús, ellos dijeron: “Moisés dijo”. Pero Jesús fue más lejos aún, preguntándoles que si no habían leído lo que “os fue dicho por Dios”. Jesús aceptó al Antiguo Testamento como algo más que palabras de hombres; era el testimonio de la revelación de Dios. El modo de hablar de Jesús da a entender que Él aceptó el relato del Éxodos sobre los patriarcas como históricamente verídico.

Jesús les hizo una pregunta a los fariseos sobre el Cristo y de- quién es hijo: “Él les dijo: “¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, …?” (Mt. 22:43; Sal. 110:1). En referencia a este salmo, Jesús reconoció que David fue dirigido por el Espíritu, haciéndo razonable creer que estos escritos fueron inspirados por el Espíritu.

Cuando un intérprete de la ley preguntó sobre el gran mandamiento en la ley, Jesús hizo referencia a la revelación de Moisés en Deuteronomio. Jesús respondió: “… Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.” Y entonces, Él dio el segundo mandamiento: “… Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mt. 22:34-40; Lv. 19:18; Dt. 6:5). Estos escritos nos dan a entender que Jesús aceptó los escritos de Moisés, y la referencia de “la ley y los profetas” nos da a entender que Él aceptó todo el Antiguo Testamento.   

Con un “¡ay!”, dirigido a los escribas y fariseos, Jesús mencionó: “… desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías” (Mt. 23:35; Gn. 4:8; II Cr. 24:20-22), indicando que Él aceptaba las narraciones detalladas del Antiguo Testamento concerniente a la muerte inocente de estos dos hombres justos halladas en Génesis y Crónicas.

Cuando Jesús le habló a Sus discípulos sobre Su segunda venida, les dijo: “… cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee que entienda)” (Mt. 24:15; Dn. 9:27; 11:31; 12:11). Hoy hay muchos críticos que dudan sobre el libro de Daniel porque no están dispuestos a aceptar las implicaciones de sus profecías. Ellos creen que el libro debió haber sido escrito después de los acontecimientos, porque no hay duda de que algunas de sus profecías concernientes a los eventos principales del mundo se hayan cumplido. La opinión de estos críticos es opuesta a las creencias de Jesús. Él aceptó como fidedignos tanto el libro como sus profecías.

Luego, al hablar de Su Segunda venida y del día y la hora de la misma, Jesús dijo que sólo  el Padre lo sabía. Entonces dijo: “Mas, como en los días de Noé, … Porque como los días antes del diluvio …, hasta el día en que Noé entró en el arca” (Mt. 24:37,38), dándonos a entender que Él aceptaba los hechos históricos de Noé, el arca, y el diluvio.

Jesús y las Profecías

A través de todo Su ministerio, Jesús cumplió muchas profecías. En el sermón del Monte, Él dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley y los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mt. 5:17 19).

Después de Su resurreción, camino a Emaús, Jesús les dijo a dos de Sus discípulos que “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley” (Lc. 16:16,17). Luego dijo que no sólo la ley debía cumplirse, sino todo el Antiguo Testamento: “… era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.” Entonces, Él “… les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (Lc. 24:44,45). Cristo sostenía que todas las Escrituras eran fidedignas, aún el más pequeño de los signos, la jota y la tilde; también les dijo que Él cumpliría todas las Escrituras.

Jesús le habló al pueblo acerca de Juan el Bautista, y lo identificó como “… éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti” (Mt. 11:10). Cuando llegó el tiempo de la aparición del Mesías, un precursor vino a preparar a la gente para que supieran lo que iba a suceder. En el Antiguo Testamento, unos 450 años antes de la llegada de Juan, Malaquías profetizó sobre este precursor.

  Después de la Transfiguración, los tres discípulos preguntaron sobre la venida de Elías. Parece que estos discípulos no sabían nada de la pasada Transfiguración porque Jesús le había dicho a los tres que no dijeran lo de la visión. “… A la verdad Elías viene primero, y restaurará todas las cosas” (Mt. 17:9-13; Mr. 9:11 13; Lc. 1:17; 3:1 6). La profecía concerniente a Elías es veraz: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí.” Fue profetizado en el último libro del Antiguo Testamento (Mal. 3:1; comp. 4:5, 6). En un sentido, Juan el Bautista era Elías -el que llamó al pueblo al arrepentimiento y a volver a Dios.

Cuando Jesús lamentó sobre Jerusalén, Él citó los salmos sobre Su segunda venida: “Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Mt. 23:39; Sal. 118:26), dando a entender que aceptaba este libro.

En los últimos días de Su vida sobre la tierra, Jesús habló sobre los eventos futuros y mostró cómo cumpliría las Escrituras. En la última Cena, Él dijo: “… el Hijo del Hombre va, según está escrito de Él.” Luego, cuando Él fue al monte de los Olivos, dijo de Sus discípulos que:  “… os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas serán dispersadas” (Mr. 14:27; Zac. 13:3). Entonces uno de los discípulos hizió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja. Jesús reprendió a tal discípulo. Él dijo que Él podría llamar a doce legiones de ángeles para que lo defendieran, pero que no lo haría, porque “¿… cómo entonces se cumplirían las Escrituras, …? (Mt. 26:54).
 
Jesús le dijo a Sus discípulos, los que fueron a la tumba el lunes después de la resurreción: “¡Oh, insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lc. 24:25-27). Así es que Jesús aceptó a Moisés, los profetas, y a todas las Escrituras como ciertas.

Jesús y el Antiguo Testamento

Con frecuencia, Jesús hacía Jesús referencia o citaba las Escrituras del Antiguo Testamento para apoyar Sus enseñanzas. Él les recalcó a los líderes judíos: “… bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí ...”, dando a entender que Él aceptaba las profesías de Isaías (Mt. 15:7,8; Is. 29:13). Estos líderes eran tan hipócritas como los de la generación de Isaías, y Jesús citó a Isaías para apoyar su punto.
Después de haber sanado a muchos en Jerusalén, en Su última semana, los niños gritaban: “… ¡Hosanna al Hijo de David!” Pero, los principales sacerdotes y los escribas se indignaron por esto. Y Jesús les preguntó: “… Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?” (Mt. 21:15,16; Sal. 8:2). Estos líderes ignoraban que la acción de estos niños era tanto correcta como posible. Jesús tuvo que llevar a esos escépticos a las verdades del Antiguo Testamento para indicarles que esos niños podían alabar a Dios.

Poco después, Jesús, en una parábola sobre la viña y el vallado, preguntó: “… ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la cabeza del ángulo? El Señor ha hecho esto, ¿y es cosa maravillosa a nuestros ojos?” (Mt. 21:42; Sal. 118:22,23). Estos detalles profetizados en el Antiguo Testamento, serían cumplidos por Él. Cuando el Sanedrín pronunció juicio sobre Jesús, el Mesías, y lo entregaron a los romanos para darle muerte, poco sabían ellos que Éste Rechazado vendría a ser la Cabeza del Nuevo Convenio.

Jesús no nos dejó una declaración formal de Su criterio de las Escrituras, pero sabemos cuál es Su criterio por algunos eventos que ocurrieron en Su vida. Las Escrituras de arriba nos dan a entender que Jesús creía que las Escrituras eran verídicas y autoritativas aún en los más diminutos detalles. Todas Sus declaraciones sobre las Escrituras enfatizaban Su único pensamiento de que: “... las Escrituras no pueden ser quebrantadas”.   
      

¡SOLI DEO GLORIA!
  Leland M. Haines
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