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"If any man will come after me, let him deny himself, and take up his cross daily, and follow me." (Luke 9:23)

La RedenciĆ³n

6. La voluntad de Dios y su palabra escrita

Escrito por Leland M. Haines
Goshen, IN, USA
Versión española de Richard del Cristo

Copyright 2003 by Leland M. Haines, Goshen, IN 46526
All rights reserved
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La Voluntad de Dios Para el Cristiano

Ya hemos notado que Dios desea que el Cristiano sea obediente. Y la pregunta que se debería hacer es: “¿Cuáles mandamientos debe el cristiano guardar? ¿Cómo quiere Dios que él viva?

Por encima de todo, la respuesta se halla en la contesta que Cristo le dio a un intérprete de la ley, el cual preguntó: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt. 22:36-40; comp. Lc. 10:27,28; Mr. 12:30, 31; comp. Dt. 6:5; 10:12,13; Lv. 19:18).

Si amamos a Dios, lo demostraremos por guardar los mandamientos de Dios que Su Hijo nos ha dado. Jesús les dijo a Sus discípulos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15). Y el apóstol Juan escribió: “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (I Jn. 5:2,3). El amor es el mandamiento principal, pero no el único. Los cristianos deben guardar todos los mandamientos que Jesucristo y Sus apóstoles dieron a conocer en la Era de la Iglesia. Los mandamientos de Dios, en su gran mayoría, son expresiones de amor. Los apóstoles reconocieron que el amar es sinónimo de cumplir la ley.


“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.  Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Ro. 13:8-10; comp. Gá. 5:14; Col. 3:14; Stg. 2:8).

La Biblia

Otra cosa que debemos entender es que las leyes o mandamientos de Dios no se originan en los hombres. Es decir, nosotros no somos quienes decidimos qué es correcto y qué es incorrecto. La fuente que decide lo que es bueno o malo es una autoridad externa, la Palabra de Dios, la Biblia. Los cristianos reciben conocimiento y poder de la Palabra escrita para poder vivir la vida del discipulado.

La Biblia revela la voluntad de Dios porque Él la inspiró. Pablo expresó esta verdad cuando escribió: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (II Ti. 3:16,17). La Escritura es la fuente de doctrina y debe ser usada para redargüir, para corregir y para instruir en justicia.  El cristiano siempre debe estar dispuesto a seguir literalmente las enseñanzas  de la Palabra, tales como los temas de amar a nuestros enemigos (Mt. 5:38-45, Lc. 6:35), de no usar joyas, y Para las mujeres de usar ropa econémica y modesta (I Ti. 2:9; I P. 3:3), etc. Nunca debemos ignorar las enseñanzas de las Escrituras, ya que ellas son para nuestro bienestar y complacencia. Debemos obedecer todos sus mandamientos, a pesar de nuestra opinión personal. Al obedecerlos, los entenderemos y los apreciaremos mucho.

Otra cosa que debemos recordar es que hay dos reinos, el reino de Dios y el reino del mundo (de Satanás). El reino de Dios era el mensaje central en las enseñanzas y prédicas de Cristo. Su primer mensaje fue: “... el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mr. 1:15). Los que pertenecen a este reino tienen nuevos valores, de los cuales, el Sermón del Monte (Mt. 5*7) es un ejemplo. Estas normas son notablemente diferentes a las normas del reino del mundo.
El reino del mundo está compuesto de los hijos del maligno (Mt. 13:38; Jn. 8:44; comp. 16:11), y gobernado por Satán (Ef. 2:2). El cristiano es llamado a “salir del mundo” (Jn. 17:6; comp. 18:36; Ro. 12:2; Ef.. 2:2) y a no ser parte de él (15:19; 17:12-14,16; Mr. 4:19; 8:36; 13:22). El concepto básico de los dos reinos, también lo podemos ver en las epístolas. Pablo, para darnos instrucciones prácticas concerniente a la vida cristiana, introdujo la tercera sección de Romanos (capítulos 12*16).  Él escribió: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (12:2).

El cristiano no debe recibir su código de conducta o sistema de valores del mundo. Siendo que su entendimiento ha sido transformado  al ser renovado, ya él no ve las cosas como el mundo las ve. Al tener la mente transformada, le es impropio el buscar las directrices del mundo. Sólo al darle las espaldas al mundo, y al ser transformado por la renovación de su entendimiento, podrá com probar la buena voluntad de Dios.

De igual manera, Pedro dijo: “… como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir [conducta]; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (I P. 1:14-16; comp. 2:5,9; Ro. 12:1; Ef. 1:4; Col. 1:22; 3:1). La frase: “no os conforméis”, expresa, de modo negativo, la idea de la santidad. La meta del cristiano es ser santo porque Dios es santo.

El apóstol Juan escribió: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (I Jn. 2:15-17). Una vez más, vemos el contraste entre Dios y el mundo. Siendo que el orgullo y las pasiones del mundo no son de Dios, el cristiano debe darle la espalda. Al contrario, lo que debe hacer es buscar a Dios, amarle y hacer Su voluntad.

El hacer esto es de suma importancia porque tienen la promesa de que los que hacen la voluntad de Dios vivirán para siempre. La Palabra no siempre hace referencia directa a todas las situaciones que los cristianos enfrentamos. Esto no quiere decir que los cristianos no tengan nada que los guíe en tales casos, pues, ellos siempre tienen el principio del amor, es decir, “no améis al mundo”, etc.

Los cristianos siempre conocerán la voluntad de Dios, porque ellos andan “… en el Espíritu, y no satisfa[cen] los deseos de la carne” (Gá. 5:16). El Espíritu lucha contra la carne y motiva al cristiano a no seguir sus obras. Pablo escribió que las obras de la carne son: “... adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes” (vv. 19-21). Los cristianos no tienen nada que ver con tales prácticas diabólicas. Los cristianos disfrutan del fruto del Espíritu en sus vidas, lo cual incluye: “… amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (vv. 22,23). Y Pablo concluye: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (v. 25). Los santos hermanos se abstienen de las obras de la carne y andan por el Espíritu.
 
También debemos recordar que los líderes de la iglesia y los demás hermanos nos pueden ayudar a entender los principios bíblicos, y a escoger lo correcto en cada situación. Tanto la hermandad como los ancianos pueden compartir sus ideas y experiencias en cada situación.
    

Resumen

Los cristianos deben seguir a Dios por amor y con toda naturalidad. Todos los que crean en Cristo, y entiendan Su amor para con ellos..., terminarán amándole. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15). Él prometió enviarles un Consolador, el Espíritu Santo, para que los guiara y les enseñara. Jesús explicó:

“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (vv. 21-24).

Jesús espera que los que le amen guarden Su Palabra. Y los que creen en Él y guardan Sus mandamientos producen frutos: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. ... Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Jn. 15:1,11). El fruto de la obediencia nace en la vida del creyente en Cristo, lo cual da gloria a Dios, y gozo a Cristo y al creyente

7. Ven y Sigue

La redención que Cristo nos ha traído está disponible para todos los que estén dispuestos a creer, arrepentirse, obedecer, y seguirle como discípulos suyos. Todo esto es indispensable para poder recibir la vida eterna. Nadie debe pensar que la fe por sí sola basta. La fe no anula las enseñanzas de Cristo sobre el arrepentimiento, el nuevo nacimiento y el discipulado.

Cristo dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt. 11:28-30). Esta promesa sigue vigente hoy. Los que Le buscan descubrirán que tenemos acceso al arrepentimiento, al nuevo nacimiento, y al discipulado sólo por la pura gracia de Dios. También, todos debemos recordar que: “…muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mt. 22:14). Muchos fallan en entrar “…por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mt. 7:13-14; comp. Lc. 13:23-24). Dios está dispuesto a justificar (declarar que el pecador es justo) a todo aquél que acepte a Jesús y a Su gracia.    

Lee la Biblia

En este panfleto hemos procurado mostrar cómo la gracia de Dios ha hecho posible el poder alcanzar la redención por conducto de Su Hijo, Jesucristo. Al lector se le anima a que se dirija a la Biblia y escudriñe sus páginas para poder entender lo que ella enseña sobre la redención y sobre la voluntad de Dios para la vida de toda persona. El lector querrá iniciar un programa de estudio bíblico, comenzando con los evangelios, especialmente Mateo y Juan. Siempre debemos leer y estudiar la Biblia. Para poder aprender de Dios y de Su plan para nosotros, debemos leer, leer y leer las Escrituras. Sólo así, podremos ver por nosotros mismos lo que las Escrituras enseñan.
Si estudiamos la Palabra con toda sinceridad y en humilde oración hallaremos la verdad. También escucharemos a Dios llamándonos a una vida santa.


                                   ¡SOLI DEO GLORIA!
                                    Leland M. Haines
                                    Richard del Cristo


About this book:

Cuando el hombre pecó, en el huerto del Edén, ya Dios tenía un plan listo para redimirlo. Dios, en Su gran amor, envió a Cristo, el Hijo de Dios, para que diera Su vida y resucitara de entre los muertos, para que el hombre pudiera recibir la gracia de Dios. Esta gracia capacita al hombre para que pueda ser discipulo de Cristo y para que pueda vivir una vida en armonía con la voluntad de Dios.

El tema principal de este folleto es las enseñanzas de Cristo y Su obra en la cruz. Contiene muchas citas bíblicas con el propósito de comprobar que, desde el punto de vista bíblico, esta redención está disponible.

El lector verá que las enseñanzas de este folleto son diferentes a las de la iglesia católica romana, y a las de la mayoría de las iglesias protestantes. Pero estas enseñanzas no son nuevas. Son las mismas que las de la iglesia primitiva y las de otros grupos remanentes, tales como los anabaptistas menonitas, a través de toda la historia de la iglesia.


¡SOLI DEO GLORIA!
  Leland M. Haines
  Richard del Cristo